Últimamente hemos escuchado mucho esta expresión, pero ¿qué es? Los mercados financieros a raíz de la crisis denominada subprime, aquella que supo mostrar los activos de mala calidad, es decir, aquellos con mucho riesgo en lo que se refiere a la probabilidad de recuperar su valor original, y que por consiguiente no están considerados ni valorados buenos, ya que son subprime.
El problema surge cuando las entidades financieras tienen en sus balances un porcentaje muy alto de este tipo de activos agresivos. Esto provoca grandes pérdidas y situaciones patrimoniales muy difíciles de arreglar, por lo que los gobiernos de todos los países buscan medidas de diferentes rangos. El objetivo es favorecer la liquidez de las entidades financieras que se encuentren en esta crisis.
El origen de estos activos tóxicos, se encuentra en un plan a largo plazo muy mal organizado en el cliente, es decir, en un análisis de riesgo para nada favorable. A esto se le suman las políticas de concesión de riesgos demasiado altas.
Estas conceden préstamos a personas que es muy probable que resulten insolventes, ya que no pueden devolver estos préstamos. No debemos olvidar la caída del valor de los activos que prometen dar en un primer término esa deuda. El resultado es catastrófico, el activo tóxico no tiene valor por lo que nadie quiere comprarlo, no se puede hacer líquido y mientras lo tienes, sigues teniendo pérdidas.
Estas entidades financieras que emplean esa política, se ven inmersas en una gran cantidad de activos tóxicos que no son pagados de vuelta por el prestario, por lo que no valen ni si quiera el precio original de ese préstamo.