A lo largo de los últimos 20 años hemos visto que el término inflación ha sido el gran protagonista de esta era, pero ¿en qué consiste exactamente?
Básicamente, podemos decir que es el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en un país durante un periodo determinado, casi siempre, un año. Cuando el nivel general de precios sube, con cada unidad de moneda se obtienen menos bienes y servicios.
Es decir, que la inflación refleja la perdida de valor adquisitivo de la moneda.
Para medir el crecimiento de la inflación se utilizan índices que reflejan el crecimiento por porcentaje de un grupo de bienes. El índice de medición de la inflación es el Indice de Precios al Consumidor (IPC).
¿Por qué se produce la inflación?
Para que esta pregunta se resuelva tienen que entrar en juego dos factores importantes: el consumo y la demanda.
Si la demanda de bienes supera su capacidad de producción o importación, los precios tienden a aumentar.
También los costes son importantes. Cuando el precio de las materias primas (cobre, petróleo, energía, etc.) aumenta, esto hace que el productor, buscando mantener sus beneficios económicos, incremente sus precios.
En otras ocasiones sucede que la inflación puede ser autoconstruida. En los casos en los que se prevé un alto incremento futuro de precios, puede pasar que se comiencen a ajustar desde antes para que el aumento sea gradual.
Asimismo, puede ocurrir que el sistema a largo plazo no funcione. Esto suele pasar en países con alta inflación donde los trabajadores piden aumentos de salarios para contrarrestar los efectos inflacionarios, lo cual da pie al aumento en los precios por parte de las empresas o entidades, provocando un círculo vicioso de inflación.
¿Cómo son estas inflaciones?
Las inflaciones dependen mucho de su magnitud de aumento, ya que llevan diferentes ritmos y requieren que se las trate de distintas formas.
Por ejemplo, la inflación moderada muestra el crecimiento lento de los precios. Esto termina afectando a las personas normales que confían en los precios estables que les ofrecen los bancos y creen que recibirán un rendimiento proporcionado a lo que ellos invierten o depositan.
Por otro lado tenemos la inflación galopante, la cual se manifiesta cuando los precios incrementan las tasas de dos o tres dígitos de 30, 120 o 240 % en un plazo promedio de un año. En esta, el dinero pierde su valor muy rápido, por lo que las personas tratan de no tener más de lo necesario; es decir, que mantienen la cantidad suficiente para vivir con lo indispensable para el propio sustento.
Por último, está la hiperinflación, que, como bien indica su nombre, se da cuando el índice de precios aumenta en un 50 % mensual. Esto es una inflación anual de casi 13.000 % y señal de que un país está viviendo una importante y pesada crisis económica. El dinero pierde valor, por lo que se pierde el poder adquisitivo y la gente busca gastar el dinero rápido para evitar seguir perdiendo.
¿Como detener una inflación?
En primer lugar, debes saber que detener una inflación no es nada fácil.
Aun así, para conseguirlo, los bancos centrales incrementan la tasa de interés de la deuda pública. Por lo tanto, los intereses en los préstamos aumentan. Además, al subir las tasas de interés del consumo, se frena la demanda de productos.
Esto tiene una consecuencia negativa, y es que al detener la demanda de productos, la industria deja de producir y provoca tanto un estancamiento económico como un aumento del desempleo.